Minería y desarrollo sostenible

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René Castro*

Costa Rica puede ser el primer país en el mundo en lograr una sostenibilidad fuerte

Hace ya casi 15 años la Cumbre de la Tierra, en Río Janeiro, Brasil, el mundo acordó agregar lo ecológico como el tercer componente a la definición tradicional de desarrollo integral, hasta ese momento basada en un adecuado balance de lo económico y lo social. Desde entonces Costa Rica adoptó como desarrollo sostenible aquel que vela por las futuras generaciones e integra lo ambiental, lo social y lo económico en cada proyecto, empresa y política pública.


Además, en la academia los estudiosos del desarrollo sostenible lo han clasificado como fuerte o débil. En una forma simplista podemos decir que ambas estrategias comparten la trilogía y propugnan la generación de rentas económicas perpetuas. En cambio, difieren en que la sostenibilidad fuerte se autoimpone mantener el valor del inventario de los recursos naturales a lo largo del tiempo y la otra acepta la sustitución del inventario natural por el hecho por el hombre.

Petroleros ricos y pobres. Para dar un ejemplo del desarrollo sostenible débil basado en un recurso no renovable y vital como el petróleo, analizaré las estrategias disímiles de Noruega y Venezuela.

Comencemos con Noruega. Este país tiene una política de impuestos progresista y parte de sus ingresos provienen de asignar un precio fiscal bajo al petróleo (i. e., $15 por barril y ahorrar el resto). Desde el 2006, el Fondo Petrolero establece que los 4,7 millones de noruegos tiene ahorrado dinero para las pensiones de las futuras generaciones y para cuando no haya petróleo. En junio del presente año acumulaban casi $400.000 millones de dólares (superando más de 43 veces las exportaciones anuales de Costa Rica). El Fondo creció tanto que sus dividendos financiaron el desarrollo hidroeléctrico, y se logró que Noruega sea hoy un país rico que no solamente cumple con sus obligaciones ambientales nacionales y globales, sino que se convirtió en exportador de energía y no solo de petróleo.

En contraste, otros países, abusando del entorno, simplemente elevan o bajan su nivel de vida con el vaivén de los precios. La estrategia venezolana es insostenible pues el país es fiscalmente dependiente del petróleo y además destina gran parte de la renta proveniente del petróleo a financiar los gastos militares y jugar ajedrez en la geopolítica, en vez de ahorrar, invertir en fuentes alternativas y prever la generación de la renta perpetua, requisito de una estrategia de desarrollo sostenible. ¿Puede Costa Rica seguir un modelo alternativo al de Noruega y Venezuela? ¿Podría hacerlo optando por una sostenibilidad fuerte?

El modelo costarricense. Es mejor y no extractivo. En el último decenio, implícitamente el país siguió una estrategia que caminaba más hacia una sostenibilidad fuerte que débil; por tanto, más ambiciosa que la de cualquier país desarrollado incluyendo Noruega. De hecho se optó por que el desarrollo del país no se basaría en la extracción de recursos naturales no renovables (e. g. hasta hace poco se congeló la explotación del oro y el petróleo). Siguiendo esa estrategia, nosotros exportamos, en términos per cápita, más que Venezuela e incluso Chile si excluimos el petróleo y el cobre.

Sin embargo, si Costa Rica no toma una decisión explícita y definitiva, cada vez que suba el precio del oro o del petróleo la inercia del mercado nos encauzará hacia la economía extractivista que domina Latinoamérica y que defendió el Dr. Gutiérrez como la solución para Pérez Zeledón ( La Nación 11/2008). Nos sumaríamos a la senda ya probada por los países desarrollados de hoy con sus defectos y virtudes, que es la escogida por Chile, nuestro competidor, que, basado en la estrategia tradicional, pretende alcanzar primero el desarrollo. Costa Rica puede hacerlo mejor y podría generar la famosa renta económica perpetua con una vía más verde, más rentable y más solidaria que la que ofrece la sostenibilidad débil, pero esta estrategia requiere un compromiso de todos.

Creo que el país puede aspirar a ser el primero en el mundo en alcanzar una sostenibilidad fuerte y también en ser el primer país desarrollado de Latinoamérica. Permítanme algunas ideas concretas: Primero, según Comex, en el 2007 las exportaciones de café, banano, azúcar y ganado son unos $1.000 millones en el mercado tradicional: pero podemos agregar valor a los mismos productos si los hacemos más verdes y con RSE. Eso han hecho proyectos apoyados por Fundecooperación y Holanda, tales como el Proagroin en la zona norte, quienes han comercializado piña orgánica y en canal de fair trade a $12 por caja vs $6 de la piña tradicional, por lo que los 250 productores de la zona norte pudieron elevar en unos $2 millones sus ingresos. La propuesta aquí es aumentar la rentabilidad por diferenciación de los productos puesto que los volúmenes exportables del país no pueden competir por escala con Brasil, Estados Unidos, Australia y otros gigantes.

Demagogia ambiental. Segundo, he planteado que con ajustes “verdes e inteligentes” al plan nacional de generación eléctrica ( La Nación 5/10/2008) podríamos exportar otros $400 millones anuales en electricidad y en bienes con la marca nacional CO2 neutral. Sin embargo, cuando impedimos al ICE la utilización de los ríos para producir energía, incluso para el consumo local, como sucedió en Pérez Zeledón, nos disparamos en el propio pie. Eso es demagogia ambiental, no la búsqueda de la sostenibilidad y su resultado en más migración, carencia de fuentes de empleo locales y más tristeza en familias desintegradas, como tristemente denunció el Dr. Gutiérrez.

Un tercer ejemplo. En el caso del turismo y ecoturismo, que según el ICT en el 2007, nos generó casi $2.000 millones. En esa actividad tenemos atributos originales tales como 10 años de experiencia al menos en 50 hoteles operando con certificados de sostenibilidad turística. Para el futuro requerimos aumentar el número y la calidad de las de proyectos certificados, mejorar el manejo de otros idiomas, enfocar en los mercados verdes con visitantes más educados y con más recursos, y promover una mejor distribución de la riqueza del turismo al estilo de Punta Islita. Podemos aprovechar la desaceleración del sector inmobiliario para ordenar el uso del territorio y, en vez de arruinar la “marca de país ecoturístico”, mejorar su valor percibido.

Finalmente, pienso que, para consolidar una estrategia de desarrollo sostenible fuerte, requeriremos una nueva constitución adaptada a las necesidades y oportunidades del siglo XXI. Podríamos, por ejemplo, hacer explícito el camino hacia un desarrollo sostenible fuerte y promover la geotermia del ICE, en vez de la minería en las Crucitas. Uno es la esperanza y el futuro, y el otro, las leyes obsoletas y la economía de ayer.

*Exministro del Ambiente

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