Dorelia Barahona
En medio de las mañanas lluviosas de este San José de Costa Rica, país pequeñito y chineado en su individualismo, donde todavía cantan pájaros y pericos y se ven las nubes en todo su esplendor de tormenta tropical, acechando los magníficos volcanes a la espera de los arcoiris de diciembre, surgen personajes que dulcemente, pedagógicamente, manifiestan su aceptación a la minería a cielo abierto en la zona agrícola de Las Crucitas, cerca de la frontera con Nicaragua, jurando ante el altar de las buenas intenciones, que es lo mejor que le puede pasar a cualquier zona donde se establezca.Para todo hay una argumentación, y en este caso igual: dicen que son más los beneficios que los maleficios.
El hueco que se hace en la tierra después se rellena, los árboles que se cortan después se plantan con creces y los sistemas para purificar la tierra del mercurio y demás venenos, ¡serán modelos en la historia de la minería en Costa Rica! Además, las ganancias para el Estado serán de 4OO millones de dólares y muchas familias vivirán durante diez años comprando tv nueva.
¡Qué maravilla! Oigo las argumentaciones y es como si oyera el eco de la trasnochada venta, de puerta en puerta, del vendedor impecable, argumentando sobre los beneficios del aparato mágico.
El mismo aparato mágico que ha desbordado los bancos mundiales y las deudas de los consorcios y que ha hecho que el capital, vicioso de sus ganancias, busque como loco, por todo el mundo, dónde pegar sus ventosas para succionar la savia que cada día escasea más en el planeta. Estertores de un sistema económico que mata la vida en diez, veinte, cincuenta años.
Y qué tenemos los ticos además del gusto por el dinerillo de muchos…
Pues mariposas, pececitos, arbolitos, riítos, plantitas, airecito, animalitos, playitas… ciudadanos sin ejército… Lo que muchos países ya no tienen precisamente por haber dedicado en el pasado sus territorios a la minería, entre otras industrias.
Quitémosle el ecosistema, la biodiversidad a este país y nadie se queda y nadie viene… y a nadie le importará los 400 millones de ganancias sobre un territorio en ruinas y sin pirámides, como sucedió con las minas de Abangares y de Miramar.
Es igual la argumentación del abogado de la empresa al decir que sobre el cuerpo de la tierra, que es el cuerpo de la persona, se va a hacer una cirugía donde le sacarán ciertos órganos muy valiosos, pero en contrapartida, le harán una cirugía reconstructiva que lo dejara guapísimo, y de paso muchos ganarán: los inversionistas dueños del hospital, los médicos, los anestesistas, los enfermeros y los psicólogos que lo atiendan, para que acepte que ese pedazo de su cuerpo, es suyo aunque ya no sea el original. Y usted se levantará con más dinero en el banco, aunque en el futuro, los dolores de cabeza no lo dejen en paz. ¿No les parece maravillosa la idea?
El hueco que se hace en la tierra después se rellena, los árboles que se cortan después se plantan con creces y los sistemas para purificar la tierra del mercurio y demás venenos, ¡serán modelos en la historia de la minería en Costa Rica! Además, las ganancias para el Estado serán de 4OO millones de dólares y muchas familias vivirán durante diez años comprando tv nueva.
¡Qué maravilla! Oigo las argumentaciones y es como si oyera el eco de la trasnochada venta, de puerta en puerta, del vendedor impecable, argumentando sobre los beneficios del aparato mágico.
El mismo aparato mágico que ha desbordado los bancos mundiales y las deudas de los consorcios y que ha hecho que el capital, vicioso de sus ganancias, busque como loco, por todo el mundo, dónde pegar sus ventosas para succionar la savia que cada día escasea más en el planeta. Estertores de un sistema económico que mata la vida en diez, veinte, cincuenta años.
Y qué tenemos los ticos además del gusto por el dinerillo de muchos…
Pues mariposas, pececitos, arbolitos, riítos, plantitas, airecito, animalitos, playitas… ciudadanos sin ejército… Lo que muchos países ya no tienen precisamente por haber dedicado en el pasado sus territorios a la minería, entre otras industrias.
Quitémosle el ecosistema, la biodiversidad a este país y nadie se queda y nadie viene… y a nadie le importará los 400 millones de ganancias sobre un territorio en ruinas y sin pirámides, como sucedió con las minas de Abangares y de Miramar.
Es igual la argumentación del abogado de la empresa al decir que sobre el cuerpo de la tierra, que es el cuerpo de la persona, se va a hacer una cirugía donde le sacarán ciertos órganos muy valiosos, pero en contrapartida, le harán una cirugía reconstructiva que lo dejara guapísimo, y de paso muchos ganarán: los inversionistas dueños del hospital, los médicos, los anestesistas, los enfermeros y los psicólogos que lo atiendan, para que acepte que ese pedazo de su cuerpo, es suyo aunque ya no sea el original. Y usted se levantará con más dinero en el banco, aunque en el futuro, los dolores de cabeza no lo dejen en paz. ¿No les parece maravillosa la idea?
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